Este trabajo para mi, fue un punto de partida para
una posible reflexión sobre la literatura africana moderna y, en
particular, sobre su valor como transmisora y transgresora de los
roles de género. Para ello tomé como ejemplo el análisis de cuatro
obras significativas tanto en inglés: Más allá del horizonte
(1991) de Amma Darko y Las delicias de la maternidad (1989) de
Buchi Emecheta, como en francés: Mi carta más larga (1982)
de Mariama Bâ y En un lugar del Atlántico (2003) de Fatou
Diome.
Con este análisis trataré de demostrar cómo la
literatura africana escrita por mujeres reivindica temas nuevos que
preocupan a las mujeres en concreto y que suelen ser más personales
e intimistas, como por ejemplo, la necesidad de una realización
individual fuera de convenciones sociales estrictas, el rechazo a la
poligamia, el impacto psicológico de la prostitución a las que se
ven sometidas algunas mujeres, la desilusión de la maternidad, las
consecuencias de los matrimonios acordados por otros miembros de la
familia, la huella del exilio en la mujer moderna etc.
Me referiré, en ocasiones, a la mujer africana en
singular, pero me gustaría resaltar que implico un pluralismo enorme
imposible de abarcar y que me alejo conscientemente del racionalismo
reduccionista ya que las mujeres africanas forman una categoría
tremendamente heterogénea, de una inmensa variedad de culturas,
sistemas sociales y estructuras.
La literatura africana escrita, nos ofrece una visión
caleidoscópica en etnias, razas, religiones, clanes, lenguas etc.
del África de las últimas décadas. La multiplicidad temática y
lingüística de esta literatura es magnífica. Nada tienen que ver
las obras de autoras africanas más premiadas como Doris Lessing, con
las obras de autores blancos como el mozambiqueño Mia Couto o los
sudafricanos Nadine Gordimer y J.M. Coetzee ni tampoco con las obras
más recientes de autoras y autores negros nativos que han comenzado
a escribir en las últimas décadas y que resultan difíciles de
encasillar en una temática común por razones obvias.
Los escritores masculinos se centran, en general, en
la reivindicación social de una vida mejor para sus conciudadanos y
critican la post-colonización. Dos claros ejemplos son los
nigerianos Wole Soyinka y Chinua Achebe. Este último, en concreto,
denuncia la opresión del legado occidental etnocéntrico y
destructivo desde el punto de vista de la cultura ibo y la decadencia
que sufre el país tras el paso de una vida tradicional a una vida
aparentemente moderna. “Otros temas son la nostalgia o la
exaltación del rico legado cultural africano, frente a la atracción
de la modernidad y el surgimiento de una élite autóctona
occidentalizada.” (Suárez:1995,19).
Si bien resultan recurrentes los temas sociales,
políticos y culturales y un profundo interés por el desligamiento
de la colonización, también es cierto que la literatura escrita por
mujeres ofrece una mirada más interior hacia los problemas que
afectan directamente a las mujeres en un mundo estructurado por lo
masculino, y abarca nuevos temas relacionados con las múltiples
identidades de las mujeres africanas.
La mayoría de las mujeres africanas tiene aún
difícil acceso a los recursos fundamentales que permiten la vida.
Definitivamente, el acceso a la educación es un lujo que,
dependiendo de la situación política del país y de la posición
económico-social, pocas podrán permitirse. No olvidemos que la
cuota de analfabetismo de la mujer supera considerablemente la cuota
de analfabetismo.
Es por eso que debemos valorar inmensamente el
verdadero esfuerzo que las escritoras africanas han debido realizar
para dar sus primeros pasos en el mundo literario y acceder así a un
mundo que lea sus obras. No es coincidencia que la temática de las
obras esté también marcada por el público que las lee y es por eso
que los temas varían si hablamos de obras publicadas en África o en
Europa. “En este sentido, es curioso constatar que esta diversidad
de temas y enfoques parece estar más presente en las obras
publicadas en África, por editoriales africanas que por las que lo
son por editoriales europeas.” (Díaz, 2005: 37).
En sus obras aparecen nuevos temas que no habían
sido tratados por los escritores masculinos: la subversión de la
dominación masculina, la búsqueda de una realización individual
fuera del matrimonio concertado y más allá de la maternidad, la
opresión de la poligamia, la prostitución forzosa, la explotación
sexual, la sororidad, el impacto de la pobreza en la mujer, la
necesidad y capacidad de tomar las riendas de su vida etc. Todas
coinciden en ofrecer al lector personajes de mujeres africanas desde
una perspectiva no occidental que suele presentarlas como mujeres
ignorantes, negativas y pasivas. Me sumo aquí a la crítica de Homi
Bhabha que explica cómo el discurso colonial ha construido al ser
colonizado como una población inferior con el fin de justificar su
conquista e instrucción. La mujer africana presentada en las obras
leídas no es una mujer ignorante, negativa o pasiva, sino todo lo
contrario. Se trata de retratos de mujeres dinámicas, trabajadoras
por excelencia e increíblemente resistentes y, en sus muy diversas
variantes, actúan como columna vertebral o elemento unificador de la
familia; son dadoras de vida por excelencia y educadoras de sus hijos
e hijas y, más extensamente, juegan un papel significativo en el
desarrollo económico y social de su comunidad, como explicaré más
tarde.
Curiosamente encuentro que esta literatura africana
escrita por mujeres recuerda por sus temas y forma estilística a la
literatura estadounidense de mujeres afroamericanas como Zora Neale
Hurston, Toni Morrison, Alice Walker o Sapphire, que luchan en sus
novelas por la visibilización de la mujer y cuestionan la hegemonía
del hombre. Como mujeres escritoras negras, estas magníficas autoras
denuncian la opresión de la mujer a manos del hombre y el sistema
patriarcal en el que han sido educadas. En mi opinión, existen
similitudes temáticas entre estos dos grupos de autoras, mucho más
que entre las autoras y los autores africanos. No es este el lugar
para entrar en análisis, pero las razones son evidentes.
Por su parte, la mujer africana está marcada por una
clara diferenciación de roles mujer/hombre en el que a ella le
corresponde el papel administrativo en el hogar, reproductivo de la
familia y de educación a los hijos. La mujer ha estado silenciada,
aislada y relegada a tareas consideradas poco relevantes. Encontramos
aquí similitudes con nuestros propios países supuestamente
“avanzados”, en los que el hombre ha ocupado la esfera de
relación con el mundo.
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